El Ego
- Rita Cësar
- 2 may 2017
- 4 Min. de lectura

El Ego es una palabra tan pequeña pero que representa tanto. Es algo que nos destruye como seres espirituales y por ende, como humanos. Es un elemento que puede estar alimentado por el pasado, sustentado por el presente y potenciar nuestro futuro. Es sentirse especial; llamar la atención para sentirnos mejores y poderosos.
El Ego envuelve toda nuestra vida y todos los ámbitos, laboral, educativo y familiar. Éste puede subyugar nuestros pensamientos, emociones; nuestra forma de hablar y actuar, nuestras apariencias y sentimientos. Puede representar todo aquello que somos.
Podemos experimentar un sinfín de sentimientos que permitan aflorar el Ego, principalmente basados en la búsqueda de la añorada felicidad y del cariño-amor de otras personas. Pero, ¿Por qué se manifiesta? ¿Estamos realmente reconociendo aquello que recibimos por poco que sea? Esencialmente pedimos y pedimos día tras día sin darnos cuenta que nunca agradecemos por lo que recibimos de una u otra forma (poco o mucho). Este agradecimiento es una contraposición del Ego, pues el Ego no reconoce y no tiene nada que retribuir.
Los patrones sociales que nos rodean fungen como impulsadores de personas que luchan por ser importantes para ser “alguien” en la sociedad. Para ganar prestigio y una autoestima “sobre-poderosa”. El lograr posicionamiento se convierte en un modelo a seguir y sirve como espejo para otros que pretenden seguir en la misma tónica. El Ego nos puede hacer útiles socialmente cuando utilizamos los mismos trajes de gente importante o imitamos su conducta para ser “alguien en la vida”; sin embargo, un Ego elevado o superior, es un factor distorsionador de la realidad, pues no escucha y siempre quiere ganar. Busca excusas para imponer o divulgar sus ideas y hacerse notar así no obtenga la avenencia de otras personas.
Normalmente, cuando existen situaciones abrumadoras brindamos consuelo o soporte a otros seres humanos para aliviar ese sufrimiento. No obstante, cuando existe un comentario negativo, una contraposición ante una situación o que alguien posee algo que no tenemos, ¿Quién sufre? La respuesta se hace notar, El Ego. El Ego sufre más que el propio individuo. Esto es lo que debemos diferenciar para vivir de forma ecuánime, en equilibrio.
El Ego está acompañado de contraposiciones o contrastes; es decir, la alegría y la tristeza, lo bello y lo feo, lo blanco y lo negro; la víctima y el victimario. Cuando ocurre un problema, no muestra la tristeza o el conflicto; cuando existen dificultades económicas no muestra la escasez. Siempre expone lo contrario, la alegría o la riqueza, así ellas no existan realmente.
El Ego inventa situaciones con la finalidad de sobresalir; genera el caos y los conflictos para promulgar la bandera de la paz; crea tristeza para prometer felicidad. Establece la perfección para buscarla. Es un ciclo interminable de crear y buscar, con la idea de vencer. Siendo que muchas veces consigue adeptos que permiten propulsar esas ansias de tener el control y ganar, más y más.
El Ego no permite conocer el “Yo Interior” y no resiste el silencio; no puede estar solo ya que requiere de los aplausos que lo satisfagan. Evita que otras personas consigan el éxito y la satisfacción personal exaltando sus propias experiencias (verdaderas o no) por encima de las experiencias ajenas, pues para él solo existe él mismo.
Es importante que nos sentemos a analizar y conocer cómo funciona el Ego. Que examinemos nuestro interior y cómo actuamos ante las situaciones y ante otras personas. Debemos ser críticos con nosotros mismos; haciéndonos preguntas que establezcan la diferencia entre las acciones por sí mismas o el auténtico amor que pueda haber tras ellas. Hay que despertar la conciencia.
Permítanme contarles la fábula de Alejandro Magno y Diógenes:
Alejandro Magno, tras conquistar Atenas, al oír hablar sobre Diógenes, quiso conocerlo. Así que un día en que el filósofo estaba acostado tomando el sol, Alejandro se paró ante él y le ofreció toda clase de bienes materiales, desde mujeres a oro, a cambio de la admiración que le profesaba. Diógenes se percató de la presencia de aquel joven espléndido. Levantó la mano y le dijo: -“oh gran Alejandro, sólo una cosa te pido”-, a lo cual Alejandro preguntó:-.”¿Cuál?- y Diógenes le contestó: -“Querría pedirte que te apartes del sol. Que sus rayos me toquen es, ahora mismo, mi más grande deseo. No tengo ninguna otra necesidad y también es cierto que solo tú puedes darme esa satisfacción”.
Más tarde Alejandro comentó a sus generales: "Si no fuera Alejandro, me hubiera gustado ser Diógenes."
Posiblemente Alejandro fue el hombre más grande de la Historia puesto que tuvo una personalidad seductora en una época en que esto se consideraba la mayor de las virtudes, aunado a su propio conocimiento desde muy joven de su estatus como “El Magno”.
De esta anécdota podemos demarcar una lección para los tiempos actuales: Intentemos ser como Alejandro Magno que a pesar de su “Grandeza” es capaz de reconocerla en los demás, esforzándonos en ser lo suficientemente felices como somos, sin querer jamás compararnos con nadie o ser iguales a otras personas.

Rita César
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