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Perdonar: Un acto de liberación

  • Rita César
  • 14 dic 2016
  • 2 Min. de lectura

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Hace poco, en uno de mis grupos de WhatsApp, una persona mencionó que debido a que como somos los responsables de todo lo que está a nuestro alrededor, entonces no hay nada que perdonar. La verdad es que efectivamente somos los creadores de todo lo que nos rodea, pero el hecho de perdonar no se circunscribe a ubicarnos desde nuestra perspectiva y ver las cosas pasar como espectadores de una obra, sino en ser conscientes de que todo lo que ocurre es producto de nuestras acciones y pensamientos, pero también de nuestra elección de vida en la que optamos por vivenciar ciertas situaciones con la idea de aprender de ellas. Decir y hacer para luego quedarse desde la palestra a observar, es no asumir el perdón como un proceso de la vida misma; es entrar en los límites del Ego.

“Quien encubre su pecado jamás prospera; quien lo confiesa y lo deja, halla perdón.” Proverbios 28:13

Los actores cumplen su papel en el teatro de la vida y la enseñanza que ello nos da, siendo que a veces ocurren situaciones difíciles o problemáticas, es lo que debemos asumir. Debemos entender el perdón como un acto de liberación de las acciones que pudieron causar malestar o sufrimiento y que deben representar un aprendizaje interno, conllevando a la reflexión y al crecimiento.

Decir las palabras “Te perdono” no solo es una actitud noble sino es la liberación del resentimiento y del dolor. Perdonar no significa olvidar o ceder, pero si asumir sin aflicción, sin odio y sin ira el recuerdo de los momentos que provocaron esa consternación. Cuando perdonamos, dejamos de estar atados a la persona (“actor”) que nos hizo daño.

Los individuos se pueden sentir poderosos cuando sienten rabia, pero el acto de perdonar aborda una sensación mucho más poderosa y de un mayor nivel de conciencia. Cuando perdonamos, recuperamos nuestro poder, sin importar si el otro merece o no ese perdón; lo que realmente interesa es que seamos libres y que podamos alcanzar la paz interior. “…Perdonad y seréis perdonados...” Lucas 6:37

Es una prueba de nuestra paciencia y tolerancia, por lo que debemos sobrellevar, con ponderación, los ataques, las calumnias, los celos y la soberbia (entre otras) de muchas personas que aún no logran olvidar antiguas desavenencias. Estas personas, en su mayoría, no están al tanto del papel que están jugando y son ignorantes de la real situación que están protagonizando. Tal vez ellos también estén pasando por problemas más complejos y difíciles que las nuestros, por lo que debemos intentar ponernos en sus zapatos.

Después de perdonar, nos reímos más, disfrutamos más de los detalles y de la vida; tenemos sentimientos más profundos y logramos conectarnos con más facilidad a las demás personas. Los buenos sentimientos y la vibración que generamos es la preparación a un camino lleno de satisfacciones y de la comprensión de nuestro pasaje por la vida terrenal.

El rencor y las emociones retenidas producen enfermedades, no solo físicas o emocionales, sino también espirituales, que corroen las fuerzas corpóreas y envenenan el alma. Es inexcusable, para nuestra propia paz, liberarnos de emociones negativas.

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Rita César

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