El desorden: la mejor manera de boicotear el bienestar

Cuando las personas hablan de que sus vidas están llenas de contratiempos; que sus días se han tornado una continua lucha para lograr un objetivo, entonces lo primero que se debe examinar es su entorno y la forma cómo actúa en su vida cotidiana. Aunque las actuaciones saboteadoras pueden manifestarse de diversas formas. La desorganización es indudablemente una de esas maneras.

Se hace evidente que el espacio físico o el ambiente que rodean a un sujeto es una manifestación del estado emocional. Algunos ejemplos prácticos que confirman esta aseveración es cuando se genera improductividad en lugares de trabajo desorganizados; con mal humor, con desconcierto, pesadez o ansiedad en casas abarrotadas con cosas inútiles, acumuladas o desarregladas; utilizamos siempre las mismas ropas cuando el closet es un desbarajuste; entre muchas otras cosas más.

Asimismo, no se deben dejar a un lado aquellas personas que no asumen el problema, alegando que todo está perfecto, por lo cual entran en lo que llamamos negación de la realidad. No obstante, lo que se observa a su alrededor y en su proceder, dista de esa afirmación particular.

Bajo esta perspectiva, surgen interrogantes relacionadas cuando la semana laboral es muy estresante y llena de problemas ¿Cómo se refleja esta situación en el hogar? ¿Se puede notar que de alguna forma una cosa interfiera con la otra? Evidentemente, estas circunstancias también pueden darse a la inversa.

Por otro lado, ¿Qué pudiese representar cada ambiente?

Este aspecto es de suma importancia para explicar el por qué una persona podría tener algún problema particular. Cada contexto tiene una representación en nuestra vida. Si ese ambiente esta desordenado, puede significar algún inconveniente en lo que él representa. Es preciso analizar cada uno de ellos y reflexionar lo que simboliza en los patrones comportamentales con la idea de cambiar esa realidad.

• La cocina, la alimentación.

• El baño, la salud.

• La habitación, el descanso/sueño.

• El closet, la identidad.

• La sala de estar o salón principal, la sociedad o comunidad.

• La oficina o cubículo, la autoestima.

• Un anexo o cuarto de huéspedes, la hospitalidad.

• Un ambiente masculino (un despacho o biblioteca), la seguridad.

Normalmente al pensar en el desorden, los individuos generan sentimientos negativos de frustración y de desgano. Frases comunes como demoraré mucho, esto no es importante, no estoy preparado, desconozco tal herramienta, es mejor que lo haga otro o dejemos eso para luego porque tengo otras cosas más importantes, empiezan a surgir como una forma de justificar la no actuación o no asumir responsabilidades. Regularmente, para quien es bastante desorganizado, simplemente es necesario imaginar el desorden y pensar en ordena-hacer para que comiencen a surgir sentimientos de consternación y frustración. Esos sentimientos acaban por paralizar a la persona. Lo interesante es que empiezan a originarse creencias, pensamientos y sentimientos que están influenciados de forma inconsciente a la actitud desorganizada.

Los comportamientos de desorden están asociados, por lo general, a aspectos del pasado. Los recuerdos de padres sacrificados por lograr sus metas o por subsistir, al abandono de los mismos, donde, desde luego, los niños vivieron en distintos lugares o bajo el cargo de varios familiares, entre otros aspectos. Esa evocación interior acaba afectando su comportamiento de forma inconsciente, reflejándose en un impulso que lo lleva a estar confundido. Pueden surgir dogmas que ganar dinero es difícil, seguramente influenciados por esas vivencias. A causa de esa negatividad íntimamente escondida, cuando intenta organizarse surge la modorra, la falta de voluntad, una verdadera fuerza que produce una derrota intrínseca sobre el mantenerse organizado.

Por ejemplo, perder plazos en el pago de cuentas, de inscripciones o de entregas de proyectos, debido al apresuramiento o al trabajo excesivo provocado por la búsqueda documentos u objetos, generando grandes dificultades cotidianas y un gran estrés, que originan generalmente pérdida de tiempo y dinero.

La desorganización es siempre reflejo de algo interior más profundo. Lo visible o palpable, es decir, el desorden, es un síntoma de que hay algo dentro de nosotros que precisa ser transformado. La mayoría cree que este “problema” es causado por la pereza, algún tipo de padecimiento o por una circunstancia momentánea.

Para cambiar este comportamiento, es necesario un gran esfuerzo, perseverancia y paciencia. Pues, muchas veces, antes de alcanzar el cambio, se acaba abandonando. Los que consiguen la meta, precisan gastar mucha energía para mantenerse organizados.

Al eliminar el pesimismo, el comportamiento cambia naturalmente y sin esfuerzo, ya que la organización se torna habitual. Los sujetos que continúan bajo el viejo esquema aseveran que es muy difícil, empero la realidad es que es una desviación de su subconsciente movido por arquetipos mentales-emocionales.

Se hace necesario afrontar esta dificultad de dos (2) formas: La primera, descubriendo y apartando los pensamientos que influyen en esta conducta y apoyándose en TRE (Terapia de Respuesta Espiritual) con la idea de buscar las causas raíz y desbloquear las energías atrapadas. La segunda, usando técnicas de meditación y relajación, lectura de libros sobre el tema, etc. Sin embargo, la gran mayoría de las personas aborda el inconveniente solo a través del segundo punto sin percatarse que existe una fuerza detrás de ese proceder y que finalmente no logra una transformación verdadera y termina consiguiendo resultados transitorios o por debajo de lo esperado.

Rita César

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