Complejo de Salvador: ¿Cómo impacta en tu vida?
- Rita César
- 8 nov 2016
- 4 Min. de lectura

El solo hecho de leer por encima el título evoca a Jesucristo, lo cual lleva a una correspondencia que nos ayudará a entender un poco de qué se trata. Aunque lejos de establecer una relación directa, lo que se quiere es entender cómo muchos individuos poseen el arquetipo de rescatar a otros (mente consiente o subconsciente).
Las personas con el denominado complejo de Salvador están dispuestas a realizar los mayores sacrificios en favor de los demás. Aunque curiosamente estos individuos que lo dan todo, terminan en una vida de sacrificios y entrega.
Un ejemplo claro es Mahatma Gandhi, abogado hindú, que dedicó su vida a la lucha por los derechos de los trabajadores y la independencia de su país sobre el dominio inglés. Por lo cual lideró un movimiento de resistencia no violenta (Satyagraha) y después de décadas alcanzó su objetivo final. Sin embargo, un año después de la independencia, fue muerto a tiros por un trabajador subversivo en Nueva Deli.
También se podría mencionar a Maria Teresa de Calcuta quien luego de ejercer como maestra en la India y debido a la profunda impresión que le causó la miseria que observaba en las calles se entregó por completo a la causa de los menesterosos. Se dedicó al apostolado en favor de los pobres y pese a sufrir varias recaídas de salud continuaba con su ahínco y dedicación. Muere a los 87 años de edad producto de sus graves problemas de salud.
La verdad es que por mucho que las personas piensen que esta situación dista del común, es algo verdaderamente regular en la cotidianidad. Posiblemente en su vida (trabajo, familia, comunidad) habrán algunas personas con estas características, pero de seguro no serán los más sobresalientes, reconocidos o con el cargo más alto. Este tipo de personas no son competitivas, no buscan alabanzas y tampoco buscan una alta posición en la sociedad, ya que sencillamente quieren cumplir una misión en su vida.
A pesar que podrían ser líderes naturales, no son buscados para ello ya que a las personas de “corazón noble”, no se les da el correcto valor y deben vencer demasiadas batallas para que los valores que promulgan sean comprendidos y respetados.
La realidad es que esta situación afecta notablemente la vida personal de cada sujeto, llevando sus labores al máximo sacrificio en pro de ayudar a otros, así éstos no se lo “merezcan” según el criterio de algunas personas.
Pero, ¿Cuál es el límite?
La idea de ofrecer o suministrar ayuda no puede convertirse en un comportamiento compulsivo que haga que sean atraídas personas que tengan “necesidad de ser rescatadas”. Así como de manera inconsciente se trate de controlar la vida de otros creyendo saber mejor que ellos cómo les conviene resolver sus problemas. No se está hablando de los momentos de la vida en los que se presenta la oportunidad de socorrer a alguien, sino sobre una conducta repetitiva u obsesiva.
Las personas con Complejo de Salvador necesitan “salvar” para que sentirse plenos. Por lo general, este tipo de individuos atraen parejas con energías de victimización. Cuando el síndrome del salvador se torna extremo, se convierte en lo que en psicología es conocido como el Complejo de Mesías. En este caso la persona tiene la creencia patológica de que el rescate del mundo depende de ella.
Asimismo, este tipo de conducta puede presentarse como resultado del Ego Espiritual (religioso o alopático), pues la persona al descubrir métodos de sanación particulares o formas de oración consideradas como “exaltadoras del bien”, quiere que otros sean beneficiados. El hecho por sí mismo es una acción noble y positiva. Sin embargo, se vuelve un problema cuando basamos nuestra identidad en ello, produciendo y realzando el Ego. Al existir una identificación entre el Ego y la forma de ayudar a los demás, se produce el irrespeto al libre albedrío y la imposición de puntos de vista particulares.
La verdadera asistencia nunca se impone o se vocifera, y es capaz de recibir un no como respuesta sin ser tomado como un agravio. Cuando nos liberamos del síndrome del salvador podemos confiar en la divinidad que hay dentro de cada uno de nosotros, aceptar y respetar su camino, inclusive si estamos en desacuerdo con su posición. Igualmente somos capaces de ofrecer apoyo y ayuda, percibiéndonos como canales de vida.
Por otro lado, muchas personas buscan ayuda para tratar de subsanar situaciones, pero se piensa que de forma mágica ese escenario será solventado sin que exista una verdadera intención de cambio en el comportamiento o en el modo de actuar. De alguna forma esta persona deja de asumir su propia responsabilidad para dejarla en manos de otro (sea un individuo o Dios/Universo).
Por muy loable que parezca, muchas veces el ofrecer asistencia lejos de ayudar a alguien se convierte en una base para que esa otra persona (o grupo) sea un “adicto”, exaltando la baja autoestima, carencia o miedo, entre otros. Por ello, hay que saber hasta dónde llegar y cómo enfrentar esas situaciones
Brindar ayuda desinteresadamente puede apoyar, en primera instancia, a la persona; pero en lo sucesivo debe existir un auténtico propósito de transformación y de tomar las vivencias como lecciones de vida. Cuando este cambio particular no se produce debe entenderse la necesidad de seguir experimentado las vivencias como parte de su crecimiento interior.
No todas las personas necesitan del apoyo en el momento que lo ofrecemos. Si ellas deciden rechazarlo, simplemente es porque su alma debe y desea vivir la experiencia.

Rita César
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